El San Juan camagüeyano afianza su originalidad

alina
27 June 2017 9:59am
El San Juan camagüeyano afianza su originalidad

La celebración del San Juan en la legendaria ciudad de Camagüey, una de las más antiguas tradiciones cubanas, afianza  su alegría con el paso arrollador de la conga Los Comandos, distinguida este año por su rescate y conservación de la sonoridad original de uno de los componentes más genuinos  de estas fiestas patronales.

Los festejos, que se realizan del 24 al 29 de junio, se remontan a la primera mitad del siglo XVIII según referencias documentales, que explican  su origen en la convergencia de la celebración de carácter religiosa de los días consagrados a San Juan y San Pedro, de procedencia europea, y las ferias ganaderas que seguían al final de la primavera. 

Ni parranda ni propiamente un carnaval, como los que se desarrollaron en el centro y occidente de la Isla,  el San Juan  evolucionó como una fiesta del cabildo de la otrora villa Santa María del Puerto del Príncipe, fundada en 1514, centro de una inmensa región dedicada mayormente a la ganadería.

En la urbe de rasgos medievales, el barrio y la comunidad  se convertía en epicentro de fiestas callejeras y los bailes de disfraces en sociedades, plazas y casas particulares.

Hoy el jolgorio sanjuanero, que transcurre durante cinco días sucesivos, otorga un atractivo adicional a los residentes y visitantes foráneos que acuden a esta villa patrimonial,  declarada por la UNESCO Patrimonio Cultural de la Humanidad.

Grupos de turistas procedentes de todos los rincones del planeta recorren sus callejuelas y plazas, visitan sus numerosas iglesias y disfrutan de sus sabrosas comidas típicas de esta época, como el ajiaco, el lechón asado acompañado de casabe y el congrí (arroz con frijoles colorados), entre otros.

La celebración evolucionó con el paso del tiempo hasta transformarse en el período republicano en un carnaval, matizado cada vez más por la incursión comercial de fabricantes de cervezas y rones, con la elección de una bella reina de la fiesta.

A ella se sumaban paseos de carrozas y comparsas, la irrupción de disfrazados, como los fantasmagóricos ensabanados y los temibles monos viejos que asustaban a los chicos.

Sin embargo, uno de sus rasgos típicos, que le dan su toque único, es el desfile de las congas, agrupaciones de decenas de percusionistas de tambores de distintos tamaños, que logran un ritmo trepidante, capaz de arrastrar multitudes a su paso arrollador.

La conga camagüeyana es distinta y diferente, como se dice en las adoquinadas calles de la otrora Santa María del Puerto del Príncipe.  No se parece ni a la santiaguera, ni a las de La Habana o de cualquier otra región del país.

Por eso, los que entienden y saben de música popular en Cuba  distinguieron este año a Los Comandos, una de las congas más antiguas y célebres de Camagüey, con un modesto pero distintivo premio que otorga el Centro Nacional de Casas de Cultura. Esta respetable institución, de la que se habla poco,  hace mucho a favor del arte comunitario, el de la gente humilde que mantiene vivas sus tradiciones.

La Beca de la Cultura Popular Tradicional incluye un aporte monetario de 10 000 pesos, que deben emplearse en instrumentos musicales, vestuario y calzado, a fin de garantizar su sostenibilidad, pero también eleva su prestigio.

Los Comandos es la segunda conga cubana que se hace merecedora de ese premio, que ya recibió antes Los Hoyos, de Santiago de Cuba. En el propio Camagüey ya lo ganaron Caidije y Bonito Patuá, de raíces haitianas; y Vaqueros de Blanquizal, de Guáimaro.

Quien alguna vez tuvo la suerte de verse arrastrado por Los Comandos en una noche sanjuanera, arrollando al compás de sus decenas de tambores de diferente tamaño y diapasón: desde los enormes bombos hasta los redoblantes, campanas y sonajas, sabe que solo al pasar frente a uno –eso si solo está de curioso- te hacen sentir que se te va a reventar el pecho, mientras los pies se quieren ir detrás de la multitud.

Eso hay que vivirlo, gozarlo sin miramientos, avanzando sin parar al ritmo de la tonada fuerte, creciente, avasalladora: ¨somos Los Comandos, lo que sea…Venimos arrollando, lo que sea…¨

Así me viene a la memoria en mis recuerdos de infancia. Para disfrutarla hay que meterse en la conga sin temor al que baila a tu lado, sin miedo al que viene detrás, a los hombres y mujeres que se atreven a arrollar, en su danza frenética, imparable.

Así por cuadras y cuadras, a lo largo y ancho de los barrios que le pertenecen, donde la gente, sobre todo los jóvenes y muchachas, la esperan en la puerta de la casa y se tiran a la calle contoneando los hombros y la cintura, moviéndose rítmicamente, llevando el paso sin parar.

Sin dudas,  el San Juan se  vuelve una atracción adicional para los visitantes que acuden a esta villa del centro oriente de Cuba a para disfrutar el encanto de sus más genuinas tradiciones. 

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