Cuba curiosa: Joyas que dan la Hora
Las familias nobles habaneras y los grandes hacendados adornaban sus palacios y mansiones con lujosos relojes de mesa o de pared. Posteriormente se pondrían de moda los de pie o de caja alta, muchos de los cuales se hacían por encargo de sus dueños, en prestigiosas relojerías de Europa y Estados Unidos, y que hoy el nombre grabado en el interior de muchos de ellos, nos revela a quién perteneció.
Fue el reloj un objeto suntuoso, casi exclusivo de las familias opulentas de la aristocracia habanera entre los siglos XVIII y XIX. Construidos con primorosos y exclusivos diseños, eran piezas únicas que se heredaban de una generación a otra como un preciado patrimonio, de lo cual ha quedado constancia en documentos testamentarios que se localizan en los Fondos de Escribanías del Archivo Nacional de Cuba.
El primer anuncio sobre la existencia de una relojería en La Habana, data de 1832, publicado en el Diario Noticioso Mercantil, donde hace referencia a su ubicación: Calle Teniente Rey No.81. Perteneciente a Juan Luis Dubois, esta casa comercial llegó a ser una de las más prestigiosas y la primera en comercializar relojes importados directamente desde Ginebra, Suiza.
Mediando la década del cuarenta del siglo XIX, se instalan en La Habana otros relojeros de origen suizo, alemanes, ingleses y franceses, que solicitan licencia para abrir nuevas relojerías o se ofrecen para trabajar en las ya existentes, que entonces sumaban alrededor de una treintena, ubicadas en las principales calles comerciales de la ciudad, como O´Reily, Obispo, Lamparilla y Mercaderes. En todas ellas se ofrecían a la venta relojes de acreditadas marcas como los de A. Lange & Sohne de Dresden.
Hoy, los relojes de lujo, forman parte de las colecciones del mobiliario y las artes decorativas del Museo de la Ciudad de La Habana, el Museo Napoleónico, el Museo Nacional de Artes Decorativas, del Capitolio, y de otras instituciones similares en La Habana Vieja.
Acompañando esta crónica, algunas de esas hermosas y únicas máquinas, consideradas joyas, y que aún dan la hora.