22 de abril: EL DIA DE LA BOLA AZUL

Por ahora, el azul es el color que prevalece en nuestro planeta Tierra cuando miramos al cielo, al mar o desde mucha altura, como la ven los astronautas de la Estación Espacial Internacional que orbita a 350 Km.

Fue muy famosa aquella foto que hicieron los tripulantes del Apolo 10, donde por encima del paisaje de la Luna, sobre un espacio muy negro, se ve como una bolita azul nuestro planeta, aislado e inquietantemente vulnerable en la inmensidad del Universo.

Eso es la Tierra: el lugar más vulnerable, porque hasta ahora es el único que conocemos donde ha prosperado la vida.

Hacia la primera mitad del siglo XIX se inicia la Revolución Industrial en Europa, y con ella el comienzo del stress ambiental del planeta, dada la contaminación que genera la industria desde entonces y el criterio de que el ser humano, tenía que domar a la Naturaleza para ponerla al servicio de su propósito y no el de llevar una relación de armonía y de equilibrio, como aconsejaba el pensamiento filosófico de las civilizaciones más antiguas.

Guerras como nunca antes se habían visto, involucraron a la mayor parte de las naciones, donde no sólo morían los hombres, sino que era profundamente herida la Tierra. Ya a mediados del siglo XX, algunas mentes lúcidas, advirtieron que si seguíamos por ese camino, la humanidad iba adentrarse en una era oscura.

Nuestros pasos van ahora en esa dirección, al enfrentar la Pandemia del Sars-Cov-2, la más virulenta y al parecer mortal, de las últimas décadas, pero no la única, pues no sabemos hasta dónde puede llegar la mutabilidad de virus y bacterias, en medio del desequilibrio global en que nos encontramos.

La causa puede estar dada, por la brutal aceleración de todos los procesos de globalización, que inducen a cambios físicos en el medio natural y en los seres que lo habitan según se ha demostrado.

El calentamiento de la atmósfera del planeta es el fenómeno más evidente y ha sido también el más mediático por las secuelas de desastres que el clima desencadena.

Los huracanes, por ejemplo, son cada vez más monstruosos por la necesidad que tiene la atmósfera del planeta de alcanzar el equilibrio, extrayendo el calor hacia las latitudes más altas.

Las elevadas temperaturas también generan incendios de proporciones bíblicas en todo el mundo, inundaciones devastadoras, sequías extremas, plagas de insectos pocas veces vistas que nos dejan sin alimentos. Las epidemias y pandemias, surgen por todas partes, poniendo a prueba la capacidad de supervivencia de la especie humana y donde los microbios sufren mutaciones genéticas que los hacen más resistentes y más letales, con el fin de garantizar también su supervivencia.

A esta conspiración del caos universal por el que estamos pasando en estos días, los sismos y erupciones volcánicas también se intensifican, creando alarma e incertidumbres en medio de la pandemia.

¿ Por qué no pensar entonces, que la Tierra nos está queriendo decir algo, con la suma de todas las calamidades que nos afligen ahora?. ¿No creen que es demasiada casualidad que todo lo que a la larga puede comprometer la existencia misma del hombre, esté ocurriendo con mucha frecuencia y casi de manera simultánea?

En este Día de la Tierra, ya es hora de entender que el planeta nos está pidiendo a gritos que bajemos la velocidad y nos sentemos a escucharlo.

El Día Internacional de la Madre Tierra se celebra cada 22 de abril, desde hace 50 años, con la aspiración de concientizar sobre los desafíos fundamentales para el cuidado del planeta y promover prácticas sostenibles en armonía con la naturaleza; iniciativa promovida por primera vez en 1970 por el senador estadounidense Gaylord Nelson.