¿Quién se atreve a reclamar el hotel Habana Riviera?

El hotel Habana Riviera salta a primeros planos cada vez que se revuelve el asunto de las reclamaciones en Estados Unidos por bienes expropiados en Cuba desde 1959.
El hotel, administrado actualmente por la cadena española Iberostar, descuella por su privilegiada posición frente al litoral habanero, su elegante diseño y una seductora leyenda, reflejada en el filme El Padrino, de Francis Ford Coppola.
El anuncio de la puesta en vigor a partir del 2 de mayo del título III de la Ley Helms-Burton, que autoriza juicios en cortes estadounidenses contra firmas extranjeras instaladas en propiedades nacionalizadas por el gobierno cubano, pone de nuevo el foco en la industria turística de la Isla y los reclamos de presuntos ex dueños de hoteles, clubes y casinos que operaron en Cuba hasta el 1 de enero de 1959.
Al ser inaugurado el 10 de diciembre de 1957 como mayor hospedaje y casino del mundo fuera de Las Vegas, sus promotores pregonaban las cualidades del edificio de 21 pisos y 352 habitaciones, todas con vista al mar, único con aire acondicionado en todas sus instalaciones.
Detrás de su fascinante fachada, ocultos en la desconocida firma estadounidense "Riviera de Cuba S.A. Company", inscrita en 1956, se escondían anónimos hoteleros de Miami, entre ellos Meyer Lansky, quien gozaba de todos los favores en la Cuba gobernada por su amigo, el dictador Fulgencio Batista.
Según estudios sobre los vínculos entre el llamado cerebro contable de la mafia y Batista, el corrupto militar se adueñó del poder tras un incruento golpe de Estado en 1952 al presidente y conocido adicto a la cocaína, Carlos Prío Socarrás, previo pago por Lanski de 250 000 dólares para que abandonara el cargo.
Descendientes del fallecido gánster Meyer Lansky, considerado mano derecha del mafioso siciliano Lucky Luciano, han anunciado su intención de reclamar a Cuba una indemnización por la expropiación del Hotel Habana Riviera.
En junio de 2016, Gary Rapoport, nieto de Lanski -quien falleció en Miami en enero de 1983- declaró al periodista Alli Knote, del Tampa Bay Times, su intención de recobrar el dinero que dice invirtió su abuelo.
Meyer Lansky, cuyo nombre original era Maier Suchowljansky, nació en el seno de una familia judía de Grodno, en la Rusia imperial, el 4 de julio de 1902, fecha oficialmente asignada por las autoridades de EE. UU. al ingresar inmigrante junto a sus padres, en 1911.
Compinche de Lucky Luciano desde que se conocieron en una escuela del East Side de Manhattan, ya en 1936 Lanski poseía negocios en Cuba y cuando fundó la “Compañía Hotelera Riviera de Cuba”, en 1956, era uno de los tipos más influyentes de la?Isla.
Lansky se inspiró en el Casino Riviera de su amigo Moe Dalitz, un predio de nueve pisos en el Strip de Las Vegas, para construir el deslumbrante hospedaje que podría disfrutar de una de las locaciones más apetecidas de La Habana.
En 1952, poco después de usurpar el poder, Batista ordenó demoler el Palacio de los Deportes, que ocupaba el amplio espacio situado en la confluencia de la elegante avenida Paseo y el Malecón, a medio camino entre el centro de la capital y el residencial barrio de Miramar.
El camino quedó despejado para edificar el hotel-casino soñado por su socio y amigo Lanski, en un terreno propiedad del Estado cubano y financiado con dinero público, mediante un préstamo del Banco para el Desarrollo Económico y Social (BANDES).
Según datos aportados por el investigador colombiano Eduardo Sáenz Rovner en su obra La conexión cubana: narcotráfico, contrabando y juegos de azar en Cuba desde la década de 1920 hasta la revolución, publicado por la Universidad de North Carolina, el Habana Riviera fue construido a un costo de US $ 8 millones (unos 300 millones de los devaluados dólares de hoy) y la mayor parte aportada por el financiamiento del BANDES.
El Habana Riviera estaba pensado para rivalizar con la comodidad y el lujo de cualquier hotel de Las Vegas
La opción de construir en La Habana se debió a que Lansky simplemente no quería estar sujeto a las leyes de los Estados Unidos, ni al escrutinio del FBI.
Tan pronto se instaló en el Palacio Presidencial, Batista puso en práctica los planes cocinados con Lanski para transformar la capital cubana en el paraíso del turismo de los casinos, las apuestas, el narcotráfico, la prostitución, el lavado de dinero y la extorsión.
Entre los negocios de Lansky figuraban los casinos del Habana Riviera, el Hotel Nacional y el Club Mortmartre. Su hermano Jacob "Jake" Lansky, administraba el Hotel Nacional.
Cuando el Havana Riviera abrió sus puertas el 10 de diciembre de 1957, era el casino-hotel más grande de Cuba o de cualquier otro lugar del mundo en ese momento, fuera de Las Vegas. Un modelo del tipo de turismo fomentado por el sindicato del crimen.
El casino le rindió más de 3 millones de dólares en sus primeros cuatro meses de operación.
Los herederos de Lansky que aún viven en el área de Tampa, Florida, han dicho a la prensa local que buscarán una indemnización por el hotel, nacionalizado en virtud de La Ley No. 851 del 6 de julio de 1960, la cual estableció la forma y modo de indemnizar el valor de las propiedades de personas naturales o jurídicas nacionales de Estados Unidos que fueran objeto de nacionalización.
Sin embargo, según refieren expertos cubanos, no presentaron una reclamación por daños y perjuicios ante la Comisión de Liquidación de Reclamaciones Extranjeras.
Un estudio realizado por el profesor de economía política internacional Richard E. Eeinberg, investigador principal externo de la Iniciativa para América Latina de la Brookings Institution, recuerda que “las primeras leyes (cubanas) de nacionalización autorizaron el pago de indemnizaciones por las propiedades confiscadas (con algunas excepciones, por ejemplo, en el caso de personas asociadas al régimen de Batista).
Sin dudas, la íntima amistad del abuelo Meyer Lanski con Fulgencio Batista, resulta el mayor impedimento para reclamar una herencia generada a la sombra del dictador, a quien el gobierno de Estados Unidos repudió y negó asilo en la madrugada del 1 de enero de 1959, cuando abandonó la Isla cargando las valijas repletas de los millones de dólares procedentes de sus turbios negocios.
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