Sembrar ciencia, cosechar futuro

Redacción Exce…
16 June 2025 7:13am
Mario Pablo Estrada García, director de Investigaciones Agropecuarias del CIGB

En el marco del Congreso Internacional BioCubagro 2025, celebrado del 8 al 13 de junio en el Hotel Meliá Internacional Varadero, conversamos con el Dr. Mario Pablo Estrada García, director de Investigaciones Agropecuarias del Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (CIGB). En esta entrevista, aborda los desafíos de la biotecnología agrícola en Cuba, la necesidad urgente de soberanía alimentaria y los aportes del evento científico al futuro del país.

— Mario, ¿por qué considera que la biotecnología agrícola es tan urgente como la medicina en el contexto actual?

La mayoría asocia al CIGB con la biomedicina, que ciertamente es una parte muy visible de nuestro trabajo. Salvar una sola vida humana no tiene precio. Sin embargo, desde mediados de los años 80, líderes mundiales vienen alertando que el gran reto del siglo XXI será garantizar alimentos para toda la humanidad. Si no transformamos la forma en que producimos alimentos y cuidamos los recursos naturales, no habrá progreso médico que baste para sostener la vida.

Porque la medicina y el desarrollo han prolongado la vida y aumentado la población. Cada año se suman más de 70 millones de personas al planeta. Sin embargo, el agua dulce sigue siendo la misma, y los suelos se degradan por un manejo inadecuado. El suelo es el recurso más valioso de la humanidad: de él se alimentan las plantas, y de las plantas, los animales. Si perdemos el suelo, el desastre es inevitable.

— ¿Cómo responde la biotecnología a ese desafío?

La biotecnología agropecuaria se desarrolla para aplicar sus técnicas en la producción de bioproductos, vacunas animales, mejores semillas... todo ello con enfoque ambiental, en lo que se conoce como la “revolución azul”. Ya lo vimos antes: en los años 60, tras las guerras y el crecimiento poblacional, se vivieron grandes hambrunas en países como India o China. La solución fue la Revolución Verde: mejorar semillas con base en productos químicos. Se quintuplicaron los rendimientos agrícolas, pero el costo ambiental fue alto. La humanidad entendió entonces que había que producir más, pero con sostenibilidad.

— ¿Y en eso entra la biotecnología moderna?

Exacto. La biotecnología trabaja con organismos vivos, más amigables con el medio ambiente. No es que los químicos sean malos, hay que seguir usándolos, pero con criterio. La biotecnología permite intervenir de forma más precisa en animales, plantas, suelos e industrias, sin agotar los recursos.

— ¿Cuándo surgió el Congreso BioCubagro?

La primera edición fue en 2022. Es un evento trienal, aunque queremos realizarlo cada dos años. La actual es la segunda edición. La anterior fue post-COVID, con delegaciones internacionales; en esta ocasión participaron representantes de 14 países. Hemos creado vínculos con potencias agrícolas como Argentina y Brasil. Se firmaron convenios con instituciones de ambos países, líderes en la producción de granos como soya y maíz. También vino Colombia. La ciencia, como el deporte de alto rendimiento, necesita intercambio: sin competir con los mejores, nunca se gana un mundial.

— ¿Y qué beneficios deja este tipo de eventos para el CIGB y para Cuba?

Muchísimo. No solo se presentan resultados, también se abren oportunidades para el entrenamiento de jóvenes investigadores cubanos. La ciencia necesita dedicación, y la situación del país dificulta esa entrega total. Sin dedicación no hay ciencia. Aquí trabajamos con microorganismos y células que no esperan: hay que muestrear a las 11 de la noche si hace falta. Por eso buscamos entrenamientos en el exterior para nuestros jóvenes. Uno de nuestros investigadores viajará próximamente a Brasil para capacitarse en edición genética, lo último en producción de semillas.

— ¿Se presentó alguna propuesta concreta en esta edición?

Sí, presentamos una estrategia nacional para producir semillas de alta productividad con tecnología de punta. Hoy en Cuba no se producen semillas transgénicas a gran escala, pero tenemos conocimiento acumulado y capacidad instalada. Del 2014 al 2018, Cuba llegó a importar anualmente 500 millones de dólares en insumos como soya, maíz y sus derivados. Sin acceso a esas importaciones —como ocurrió durante la pandemia—, el sistema colapsa.

La soja y el maíz hoy forman parte de la geopolítica alimentaria global. China importa más de 100 millones de toneladas de soja, sobre todo de Brasil, y unos 20 millones de maíz, mayormente desde EE. UU. Hay guerras arancelarias en torno a estos cultivos, y sin soja no hay huevo, carne, ni pescado: el 80 % del alimento animal se basa en soya y maíz.

— ¿Cuba tiene potencial para ser autosuficiente en ese campo?

Sí. En 2017 y 2018 llegamos a producir más de 200 mil toneladas de carne de cerdo. Teníamos un sistema establecido, con producción de huevos, carne de cerdo… pero todo eso dependía de la importación de soya. Solo durante el quinquenio 2014-2018, se importaron anualmente más de 500 millones de dólares en alimentos. Ese modelo colapsó con la pandemia. Desde entonces, propusimos que Cuba debía producir sus propias semillas de alto rendimiento.

Hasta 2020 no existía una política clara ni disponibilidad de semillas de alto rendimiento. Ese año se aprobó el uso de semillas genéticamente modificadas, y desde entonces hemos trabajado en desarrollar variedades adaptadas a nuestras condiciones. El guajiro cubano sabe criar cerdos; lo que faltan son insumos y semillas. Si garantizamos el acceso a semillas eficientes y su disponibilidad cerca del productor, el campesinado responde. El plan está aprobado, solo falta implementarlo.

Exponerlo aquí, en BioCubagro, nos da legitimidad: si los expertos internacionales validan el camino, avanzamos con mayor certeza. Además, discutimos también los avances en bioproductos, que son el futuro de una agricultura verdaderamente sostenible.

— ¿Qué temas marcarán la próxima edición?

Esperamos realizarla en 2027. Entre los temas clave estarán: cómo producir semillas adaptadas al cambio climático, el avance de los bioproductos frente a los agroquímicos, y el desarrollo de tecnologías de diagnóstico, como las aplicadas a la caña de azúcar, un cultivo estratégico para Cuba. Ya tenemos investigadoras formadas en el CIRAD de Francia, y estamos desarrollando una nueva caña mejorada genéticamente.

— ¿Algo más que desee agregar?

Sí. Agradezco a Excelencias por cubrir y divulgar el trabajo científico. El reto de hoy es que la ciencia llegue a la sociedad en forma de alimentos. Y eso, más que una meta científica, es un compromiso humano.

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