Carmen vuelve a Cuba

alina
18 June 2015 12:17am
Carmen vuelve a Cuba

Tras más de una década de retiro, el Ballet Nacional de Cuba (BNC) volverá a liberar a Carmen, la obra más trascendental del coreógrafo y fundador de la compañía Alberto Alonso.

La temporada de los días 20, 21, 26, 27 y 28 de junio en el Teatro Nacional tendrán como protagonistas a las primeras figuras Viengsay Valdés, Anette Delgado, Sadaise Arencibia, Dani Hernández, Víctor Estévez y los bailarines principales Luis Valle, Dayesi Torriente y Estheysis Menéndez, entre otros.

El programa de estas funciones incluye la reposición de Las sílfides, obra neoclásica sobre la versiónoriginal del ruso Mijaíl Fokin, y Celeste, de la creadora belga-colombiana Annabelle López Ochoa. A los artistas ya mencionados, para estos dos ballets se suman Grettel Morejón, Jessie Domínguez, Alfredo Ibáñez, Ginett Moncho, Ely Regina Hernández, Glenda García, Francois Llorente y Rafael Quenedit, entre otros.

Aunque el coreógrafo fundador del BNC creó Carmen especialmente para la diva rusa Maya Plisétskaya, no hay dudas del aporte a la obra de otra grandiosa artista, la cubana Alonso, para convertir a la gitana en leyenda dentro del ámbito danzario.

Poco después del estreno mundial en Moscú, el 1 de agosto de 1967, Alonso bailó la pieza en esta capital y superó expectativas, pues para muchos la esencia de la coreografía de Carmen radica en el sincretismo de lo español, latino y africano, presente en las raíces cubanas.

Intérpretes de diversos países consideran el personaje un desafío, además el original literario (1845) de Prosper Mérimée sobre el cual se inspiran disímiles creaciones musicales, plásticas y danzarias, plantea un reto a construcciones sociales y de género.

El estreno de Carmen suscitó un escándalo en la antigua Unión Soviética, al punto que su primera presentación devino función única. Al día siguiente, el programa del Teatro Bolshoi cambió la puesta por una obra clásica y las autoridades de cultura le aseguraron a la intérprete Maya Plisétskaya que Carmen moriría.

Mientras tanto en La Habana, el personaje gozaba de plena salud y libertad. No debe pasarse por alto que si bien el coreógrafo construyó la obra a petición de la rusa los primeros bosquejos los hizo en La Habana, en el Ballet Nacional de Cuba y con la máxima estrella de la compañía en el papel principal, su entonces cuñada Alicia Alonso.

Esta versión de Carmen todavía impacta por el uso atípico de la técnica: el personaje se baja de las puntas, camina sobre los talones y adopta posiciones cerradas con las piernas, en contradicción con el principio académico del virado hacia afuera o endehors desde la cadera hasta la punta de los pies.

Como si fuera poco, la gitana se desplaza con naturalidad en escena, apenas utiliza los brazos redondos canónicos del ballet clásico desde el siglo XVII y combina la técnica con movimientos entrecortados, plasticidad gestual que recuerda el estilo del pintor español Pablo Picasso.
Aquella mujer llena de vida, ágil, libre, que ocupa con su baile todo el espacio, despliega energía, se rebela contra viejas concepciones y defiende sus ideales como una guerrillera, no era una extraña en la Cuba de 1960, donde se vivía un proceso de revolución social.
En La Habana, hasta los más fervientes admiradores del Romanticismo, aplaudieron a su angelical Alicia Alonso, que de la frágil Giselle se convertía magistralmente en seductora mujer de carne y hueso.

Carmen personifica la inconformidad con el viejo orden social establecido y la domina un deseo de emancipación tan fuerte que muestra indiferencia ante los vaticinios trágicos de las cartas y muere, por esa libertad anhelada, víctima de la intolerancia de una época.

Esta coreografía fusiona exitosamente la técnica clásica con el carácter latino, además de distinguirse por la posesión de una vasta simbología vista, no solo en las actitudes de los personajes, sino en el escenario diseñado como una plaza de toros, símbolo de vida y de muerte.

Hasta el más mínimo detalle de la producción tiene un significado: el color de las luces, las sillas imponentes, los diseños de vestuario que calzan las posturas rígidas y automáticas de los miembros de la sociedad, caracterizados por el cuerpo de baile, y que no admiten realidad otra, posición alternativa, transformación del universo. Contra todo eso Carmen se rebela, sufre y muere, el cuerpo de baile (la sociedad) ni se inmuta.

En la década de 1960, una llamarada joven, renovadora, rebelde, cobraba fuerzas en América Latina y en Europa. Corrían tiempos de revoluciones que culminaron en el apaciguamiento pero cambiaron costumbres, flexibilizaron ideales y hasta políticas.

Pasados los años 60, del siglo XX, mientras algunos se daban por vencidos en el viejo continente, abandonaban la lucha o simplemente se readaptaban al sistema, una Carmen orgullosa moría en La Habana, renuente a abandonar su esencia y se representó muchísimas veces en distintos teatros del país, durante las décadas de 1970 y 1980.

Con esta creación, el coreógrafo inmortalizó en danza el genio de toda una época crítica y, a la vez, seductora.

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