Cubanía uruguaya de ritmos y sabores

Leonel Nodal
09 July 2019 8:53am
Cubanía uruguaya de ritmos y sabores

La asistencia de Uruguay como invitado especial al santiaguero Festival del Caribe, también conocido como Fiesta del Fuego, en el que sobresalen las raíces étnicas y culturales afroamericanas, despertó dudas y asombros, con cierta razón, porque muy poco se divulgan los vínculos entre el lejano país suramericano y la región antillana.

Durante mi primera visita a Montevideo, a finales de febrero y principios de marzo de 1985, a fin de dar cobertura al retorno de la democracia a Uruguay y la instalación del presidente electo Julio María Sanguinetti, el atento y bien informado periodista y amigo uruguayo, Angel Ruoco, me revelaría datos y hechos sorprendentes ilustrativos de los históricos lazos existentes entre la Mayor de las Antillas y esta controversial Suiza de América, como la llamaban entonces por su perfil europeo.

Fue Ruoco quien me hizo ver una tarde de paseo por la zona portuaria las semejanzas entre La Habana Vieja y su Ciudad Vieja montevideana, de calles estrechas adoquinadas, edificios de estilo barroco americano, con balcones, cerrados por rejas de arabescos y ventanales de coloridos vitrales.

Mirá, no se te parece al Malecón, me dijo, señalando el paseo frente al litoral, una playa urbana donde parejas tomaban mate tendidos en la arena, y que se abría hacia la parte moderna de la pequeña urbe, donde se erigían edificios altos de hormigón.

Montevideo, ciudad portuaria fundada entre 1724 y 1726, a la entrada de la bahía, de donde partían las embarcaciones con oro y riquezas del virreinato de la Plata hacia el habanero Puerto Carenas, donde se concentraba la Flota que volvía a España, me pareció de una semejanza enorme con la capital cubana.

Los almacenes, los mercados de todo tipo de mercancías y artesanías, las plazuelas, los restaurantes de viejos edificios con puerta a calle, de donde surgían tonadas de guitarras y acordeón, pero también ritmos a golpe de tambor, me dejaron muy impresionado. Era como si hubieran superpuestos los planos de ambas ciudades.

Entonces supe, según me contó mi amigo Ruoco, que aquella música, el candombe de origen afro que tomaba las calles en días de carnaval le debía mucho a Cuba, de donde eran traídos los esclavos «domésticos» -ya amansados y enseñados- para las familias pudientes.

Sentados en un cafetín, para disfrutar de una copa de helado, me sorprendió un mesero al poner como acompañante un paquete de sorbetos envueltos en celofán, los populares grisines "Finitos" con la marca «El maestro cubano». ¡Y esto! exclamé. -Ah, esa es otra historia, me dijo mi anfitrión.

Luego conocí en detalle la historia de la panadería más famosa y respetada de Montevideo, orgullo de sus habitantes, fundada en 1932 por el empresario local Don Florentino Sande en la antigua Panadería del Plata, que pasó a llamarse la de «El Maestro Cubano» en reconocimiento a la fama que le dieron sus clientes al trabajo de uno de sus empleados: Eusebio Corzo, un músico cubano y gran maestro panadero. 

Eso no es todo, me comentó Ruoco. Hay muchas cosas que nos unen a los cubanos y uruguayos. Tú sabías que los dos únicos países de América donde al camote se le llama «boniato» son Cuba y Uruguay, y al parecer –me dijo- se debe a su uso para acompañar al tasajo o carne seca salada, que durante siglos se llevaba de Montevideo a La Habana.

El colofón de aquellas jornadas fue escuchar una trepidante interpretación de música cubana, con clave, güiro y bongó, más unos metales que invitaban a bailar, que salía de una tienda de discos y de los entonces muy modernos «casettes». Entré y pregunté al vendedor quiénes eran los intérpretes. «! ¡Ah, esos son los mejores!, exclamó. ¿No los conoce? Ese es el Combo Camagüey».

A mí, que soy camagüeyano, por un momento me pareció que me estaban tomando el pelo. Pensé que podía ser una broma de mi amigo y guía, puesto de acuerdo con el vendedor. «En serio, me dijo el hombre. Esta es la mejor orquesta de música tropical de Uruguay».

Luego pude comprobar que el grupo surgió en la década de 1960, dirigido por su fundador Armando Bia, ya fallecido. Han grabado más de 30 discos de larga duración, y su música sigue haciendo bailar a salseros de Uruguay y toda Suramérica, que recorren con exitosas presentaciones en vivo.

Toda una onda cultural de raíces cubanas, compuesta de ritmos y sabores imborrables, transportados en el tiempo del Caribe al Río de la Plata, alimenta tradiciones y festejos de los uruguayos, que este año comparten honores en el santiaguero Festival del Caribe.

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