El rostro habanero de las estatuas vivientes

La Habana es una ciudad en movimiento. Los pasos apresurados, los pregones cotidianos, las carcajadas entre adoquines. La Habana no descansa, se mantiene inquieta con sus casi 500 años.
En medio de la intranquila rutina, la inmovilidad casi mágica de las estatuas vivientes convida a detenerse por un instante, a congelar el tiempo y regresar al pasado.
En la parte más añeja de la urbe, artistas callejeros causan sorpresa entre los transeúntes que se detienen para admirar a las extrañas figuras que parecen controlar tiempo y espacio hasta que, un ligero movimiento, asombra a quienes se mantienen cerca para contemplar el peculiar espectáculo.
Los investigadores plantean que la existencia de las estatuas vivientes se remonta a una práctica de la Grecia clásica, la cual consistía en disfrazarse de estatua para espiar al enemigo sin ser visto. Aunque también se han encontrado evidencias de esta forma de arte en el Antiguo Egipto.
Asimismo, el tableau vivant, o grupo de estatuas vivientes, era una característica regular de las festividades medievales y del Renacimiento. Como parte de la obra, un grupo de personas sobre un escenario decorado simulaban ser un monumento.
Con sus disfraces originales, los intérpretes de estatuas vivientes engañan a los peatones y los sorprenden con su andar repentino. Concentración, estudio, disciplina, son algunos de los ingredientes para la fórmula mágica que está detrás de cada personaje. Algunos se deslumbran, otros bromean y muchos echan una moneda.
Debajo de la piel de las estatuas se esconden verdaderos artistas. Hombres y mujeres que parecen desafiar las leyes de la naturaleza desde la organicidad de su quietud.
Cada uno cuenta una historia. La vestimenta, la pintura, los lentos andares, son parte de un escenario que busca recorrer el tiempo y rescatar algunos recuerdos olvidados del pasado.
Considerado un arte corporal en todo el mundo, las estatuas vivientes adoptan posturas cambiantes durante el transcurso del día, mientras resisten el intenso calor y las limitaciones por mantener tanto tiempo una misma posición.
El encuentro de los transeúntes con las estatuas vivientes en la Habana Vieja parece un viaje repentino a algún universo paralelo que mezcla arquitectura, historia y mojitos. Los diversos personajes se remontan en el tiempo y convidan al recuerdo de las raíces más autóctonas de la cultura cubana.
En el recorrido por esta Ciudad Maravilla, se encuentran torcedores de tabacos, damas de la fortuna y músicos olvidados, quienes parecen estatuas congeladas que esconden la verdadera piel de los creativos artistas.
Las atracciones en las calles habaneras son múltiples, pero las estatuas vivientes convidan a un verdadero espectáculo colmado de auténticas fantasías.
La Habana es una ciudad en movimiento. En medio de esa agitada rutina, la quietud de las estatuas vivientes representa un contraste maravilloso. Cada personaje nace de la imaginación y creatividad de los artistas. Parecen ser de piedra, lata o bronce. Sin embargo, cuando los observas bien, son vida, historia y arte. Las estatuas vivientes forman parte del rostro habanero que se mantiene joven con sus 500 años.