El Cañonazo de La Habana: Tradición que resuena en el tiempo

Cada noche, sin falta, a las nueve en punto, un estruendo retumba desde la Fortaleza de San Carlos de la Cabaña. Este sonido, que hoy marca el ritmo de la vida en La Habana, comenzó como una medida de seguridad en el siglo XVII. Con el tiempo, se transformó en un espectáculo que atrae tanto a cubanos como a turistas de todo el mundo.
La historia del cañonazo se remonta a la época en que murallas protegían La Habana de los ataques de piratas. Un disparo a las 4:30 a.m. anunciaba la apertura de las puertas de la ciudad, y otro a las 8 pm señalaba su cierre. Cuando se construyó La Cabaña en 1774, la ceremonia se trasladó a esta fortaleza. Aunque las murallas desaparecieron en 1863, la tradición continuó. En 1898, se simplificó a un solo cañonazo nocturno.
Durante la Segunda Guerra Mundial, Cuba suspendió los disparos entre 1942 y 1945 para ahorrar pólvora. Cuando el cañonazo regresó, los habaneros lo celebraron. Habían perdido una referencia horaria que formaba parte de su vida cotidiana. Hoy, la ceremonia mezcla precisión militar y representación histórica. Soldados vestidos con uniformes del siglo XVIII ejecutan maniobras siguiendo el antiguo Reglamento de Infantería español.
Minutos antes de las nueve, el espectáculo comienza. Un farolero ilumina la oscuridad mientras un tambor redobla. Los artilleros, guiados por un portaestandarte que lleva la antigua bandera española, cargan cuidadosamente el cañón Luperto, fabricado en 1736, o uno de sus compañeros: Solano, La Parca o Ganímedes. Siguiendo órdenes precisas, vierten 234 gramos de pólvora, compactan la carga y disparan. La detonación, que usa sacos de yute como proyectiles inofensivos, ilumina el cielo exactamente a la hora señalada.
El sonido del cañonazo llega a diferentes puntos de la ciudad con ligeras variaciones. Tarda cuatro segundos en alcanzar el Capitolio, trece en llegar al Vedado y hasta un minuto en escucharse en el aeropuerto. Muchos habaneros aún ajustan sus relojes al oírlo.
Para presenciar este ritual, se recomienda llegar temprano y explorar la fortaleza, la más grande construida por España en América y declarada Patrimonio de la Humanidad. La entrada incluye acceso a museos y miradores con vistas impresionantes de la bahía. Varias agencias de viaje ofrecen paquetes que combinan la ceremonia con cenas en restaurantes del Centro Histórico.