Abanicos: Refinada Fantasía de una Insigne Poetisa Cubana

Rolando Pujol
18 August 2021 3:32pm
Abanicos de la coleccion de Dulce María Loynaz (5)

Texto y fotos: Rolando Pujol

Dulce María Loynaz, nuestra insigne poetisa y escritora, hija de una familia de patricios cubanos y Premio Cervantes en 1984, era una profunda admiradora de los abanicos, de los cuales poseía una hermosa colección. En una oportunidad, dedicó la siguiente frase a estas piezas de su devoción:

“Quizás sea este el instante en que el abanico debe morir como toda cosa que alcanzó su plenitud; la rosa, el crepúsculo, el amor. Por tanto, amigos míos, disfrutemos todavía del poco tiempo que nos queda para tenerlos con nosotros: no podemos pedir más a la rosa. No podemos pedir más al amor”.

Abanicos de la coleccion de Dulce María Loynaz (16)

Varias son las leyendas que cuentan el origen del abanico. Una leyenda china dice que lo inventó la hija de un mandarín, que sofocada por el calor, se quitó el antifaz que preservaba su intimidad y empezó a agitarlo frente a su rostro de forma enérgica, para ventilarse. Lo hizo de tal manera, que logró mantener ocultas sus facciones, a la mirada indiscreta de los hombres y el gesto, fue imitado por sus damas de compañía.

La otra historia es japonesa y cuenta, como fue inventado el abanico plegable. Una noche calurosa, un murciélago entro en la casa de un humilde artesano de abanicos. La esposa corrió espantada, conminando al hombre a sacar a aquella alimaña del hogar, que fue a estrellarse contra un candil.

Al día siguiente, el artesano, observó con atención la forma de las alas del animalito y se le ocurrió, reproducir las membranas plegables en sus abanicos. Así nacieron los antiguos abanicos plegables japoneses llamados “komori”, que en japonés significa “murciélago”.

Abanicos de la coleccion de Dulce María Loynaz (15)

A Europa se conoce que los abanicos llegaron en el siglo XVI, traídos desde el Oriente por los navegantes portugueses. Fueron en un principio objetos raros y caros, solo al alcance de las damas de linaje. La reina Isabel I de Inglaterra, tuvo el antojo de comprarse uno, por el cual pagó 500 coronas, una cantidad de dinero, nada despreciable, entonces… y ahora.

Tan estimados objetos de refinada fantasía, se convirtieron en un sello de estatus social y en verdaderas obras de arte, con elaborados trabajos de orfebrería, plumas de aves exóticas, iluminaciones pictóricas de temas románticos y bucólicos, montados sobre varillas plegables o fijas de marfil, maderas delicadas y aromáticas con incrustaciones de nácar, oro y piedras preciosas.

Abanicos de la coleccion de Dulce María Loynaz (14)

En España los abanicos hicieron furor y se integraron como parte inseparable del vestuario femenino, sobre todo de las madrileñas y sevillanas. No se concibe hoy a una española que vista un traje típico, sin la peineta y el abanico. Así, los primeros grandes abaniqueros españoles, en el siglo XVII, enaltecen el llamado Siglo de Oro, con los delicados y extraordinarios abanicos bordados.

El abanico, utilizado en un principio por mujeres y hombres, fue derivando hacia un objeto de exclusivo uso femenino, con el cual las damas, transgredían la vigilancia de las chaperonas y enviaban mensajes, a los caballeros que manifestaban su interés hacia ellas.

Abanicos de la coleccion de Dulce María Loynaz (8)

Con el código o lenguaje de abanicos se podía decir, por ejemplo: abanicándose rápidamente y mirando hacia los ojos del enamorado, “te amo con locura”, pero lentamente, “estoy casada y me eres indiferente”. Abrir el abanico y mostrarlo, “espérame” y si la dama lo sujetaba con las dos manos, “es mejor que me olvides”. Si lo dejaba caer delante del hombre “te pertenezco”. Abierto junto al corazón, “TE AMO”.

En el mundo del teatro y la danza, los abanicos ocuparon un lugar destacado en la dramaturgia y las coreografías. Grandes y exuberantes en encajes de bolillos y colores, fueron los llamados “abanicos de pericón”, que portaban en escenas lúdicas, los actores en comedias y zarzuelas.

Abanicos de pericon en el Ballet La Cenicienta del BNC (2)
Abanicos de pericón en el Ballet La Cenicienta del Ballet Nacional de Cuba

 

Los abanicos de las fotos que acompañan esta crónica, son parte de la colección de Dulce María, que atesora el Museo de Artes Decorativas de La Habana.

 

 

 

Back to top