La Habana 500+1: La Santa Verde que alberga a Shangó

Rolando Pujol
04 December 2020 5:31pm

La Ceiba es el árbol de La Habana pues crece majestuosa en muchos parques y espacios abiertos de la ciudad. La más famosa entre ellas, lo es la Ceiba de EL Templete, sitio donde la leyenda histórica afirma que se fundó la capital cubana en 1519.

La Ceiba de El Templete

Antes de la llegada de los colonizadores españoles, la Ceiba ya era un árbol sagrado, respetada por los aborígenes como morada de sus dioses, tradición sostenida por un largo viaje espiritual, que tuvo su comienzo en las selvas del Orinoco, donde los aruacos la adoraban y los mayas, la tenían por su árbol más sagrado que llamaban Yaxché. En el Popol Vuh, se relata cómo los dioses, signaron el destino de los mayas, sembrando cuatro ceibas, en los cuatro caminos de la Tierra y una quinta, en el centro de todos estos rumbos.

Los europeos, quienes traían en su cosmovisión la creencia de que en los bosques vivían duendes, elfos y otros seres sobrenaturales, notaron que las Ceibas eran los árboles hidalgos de los montes y con frecuencia los escogidos para que dieran sombra y resguardo a las liturgias cristianas y las ceremonias fundacionales de las primeras villas.

Por su característica, la Ceiba es un árbol impresionante, que puede alcanzar entre 60 y 70 metros de altura como promedio, con un tronco grueso de más de 3 metros de diámetro. Muchas de sus ramas mayores están pobladas de espinas y sus semillas se dispersan desde unas cápsulas, impregnadas de una fibra algodonosa, que favorece que el viento las arrastre a gran distancia.

Para los africanos, llegados como esclavos en las primeras décadas del siglo XVI, el descubrimiento de la Ceiba en los montes cubanos, fue la bendición otorgada por sus dioses, para reencontrar el camino hacia las raíces perdidas en el rapto y la brutal travesía hacia una tierra desconocida.

La Ceiba los trajo de vuelta, les devolvió el espíritu y la dignidad. Su semejanza con los Baobab del Africa, le dio sentido a todo, descubriendo que la Ceiba, era la casa nueva de los viejos Orishas, que viajaron con ellos en las energías astrales de su dolor. Iroko, quien concede o niega los deseos, se asentó en el árbol.

Oggún, Orishaoko, Obba y Shangó, orishas con otras bizarras fuerzas astrales, hicieron también de la Ceiba su casa, permitiendo sólo con el respeto de la consagración y las ofrendas de sus deudores, hacerse presente.

Imbatible al rayo, a los vientos huracanados y a la sierra y el hacha de los hombre, que temen la ira y el castigo de los dioses que cobija, la Ceiba permanece en pie, sin que nadie se atreva a cortarla, en el mismo lugar desde su nacimiento, hasta que el tiempo duerme a sus raíces y entonces fenece en santa paz.

La Ceiba junto a La Muralla de La Habana

La Ceiba nos enseña que el final no existe, sino que todo está en renovación constante. Cada año, cuando se aproxima el tórrido invierno cubano, se desnuda de hojas y queda aletargada, un par de meses, hasta que retorna con un traje de verde intenso en la primavera.

A la Santa Verde, de los montes cubanos, La Ceiba, árbol fundacional de La Habana, dedicamos hoy esta crónica, cuando Shangó, orisha que la habita, está de cumpleaños. En los próximos días les contaremos porqué a este árbol, no le hacen mella los rayos, síguenos en La Habana 500+1.

 

 

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