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El Valle nace, un ron que abraza el alma del paisaje

Redacción Exce…
04 December 2025 10:40am
El Valle nace, un ron que abraza el alma del paisaje

Hubo un instante en que la voz de Francisco Javier Sabat González, maestro ronero, se quebró. “No pueden ser orgullosos… pero es que usted aquí vive la selección que hay en el público. No queda menos que… bueno, vamos a arrancar… porque yo voy a llorar aquí.” 

Y en ese temblor de voz, en esa humildad con sabor a lágrima, nació “El Valle” —no como un producto, sino como una promesa cumplida a la tierra que lo vio crecer.

Francisco Javier nos entregó, en la recién concluida FIHAV 2025, un pedazo de su vida, de su memoria, de su Cuba.

Porque este ron —el nuevo “El Valle”, de la gama premium de la marca— no es solo destilado: es tiempo embotellado. Cinco a siete años reposando en barricas de roble blanco americano, sin maquillaje, sin artificios. Solo ron puro… y al final, un hilo de agua para que respire. Así, legítimo en Solera, como lo exige la tradición y el respeto.

Al acercarlo, no ataca. Invita.

El Valle nace, un ron que abraza el alma del paisaje

 

En la nariz, despierta notas de almendra tostada, de frutos secos envueltos en sombra de bodega, de chocolate que no se añadió, sino que nació de la paciencia entre madera y alcohol. En la boca, es un abrazo: cálido, sereno, con una suavidad que solo el tiempo y la devoción saben tejer.

“Es posible alcanzar la gloria sin montarse en un cohete”, dijo Francisco Javier. “Podemos llegar a las estrellas… con un ron.”

La botella ya no es un tabaco. Ya no imita la vitola. Ahora es más redonda, más generosa, como el propio Valle que la inspira. Pero su espíritu sigue intacto: es un homenaje al paisaje de Viñales, Patrimonio de la Humanidad, donde mogotes, nubes bajas y surcos ancestrales dibujan el rostro más auténtico de Cuba.

Y es Francisco Javier quien propone que este ron no se beba solo.

Que se case con un habano fino, uno nacido en San Juan y San Luis, en esa franja sagrada de Pinar del Río donde el polen del pino, la brisa marina y la mano sabia del torcedor han hecho del tabaco un arte viviente.

Él mismo mostró el ritual: el corte preciso, el encendido con cedrillo, nunca con mechero, el movimiento lento para que el puro respire por igual en toda su longitud.

Porque fumar un habano no es consumir humo: es recorrer tres mundos en una sola llama.

— El primero, delicado, casi tímido.

— El segundo, donde se revelan las esencias: cuero, tierra, madera húmeda.

— El tercero, denso, íntimo, donde se concentra el alma… y también la nicotina. Por eso, un verdadero amante nunca reenciende lo que ya se consumió. Lo deja descansar con dignidad. Como debe ser.

Y en medio de este viaje sensorial, está “El Valle”, esperando en la copa.

No para competir, sino para acompañar.

Porque el maridaje perfecto no es cuando el ron y el tabaco se gritan, sino cuando se susurran secretos y se funden en una sola sensación: equilibrio, serenidad, plenitud.

Francisco Javier Sabat González no presentó un ron.

Entregó una carta de amor a Cuba, escrita en madera, tiempo y humo.

Y al hacerlo, nos recordó que lo más grande no se anuncia con bombos…

se vive en silencio, con los ojos cerrados, y el corazón abierto.

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