“Este es el hombre”, reza la pintura más antigua conservada en Cuba

El Museo Arquidiocesano, en Santiago de Cuba, conserva hoy la pintura reconocida como la más antigua de Cuba. Obra del pintor Francisco Antonio Cano Cardonase, quien estaba lejos de pensar que su mesías cobrara vida y se convirtiera en una de las imágenes más veneradas de dicha villa, en la zona oriental de la Isla.
El reconocido pintor colombiano, a quien en 1616 el cabildo eclesiástico encomienda la obra, pintó en óleo sobre madera de cedro de 18 x 18 pulgadas, una representación de Jesús, con el fin de decorar el recinto sagrado, fue colocada como puerta del sagrario del altar mayor de la catedral de Santiago de Cuba y es la protagonista de hechos increíbles ocurridos entre los años 1611, 1630 y 1643, hechos que convertidos en leyendas y recreadas en el imaginario popular trascendieron en la historia de esta región.
Se cuenta que el último miércoles de 1611, durante una de las ceremonias religiosas acostumbradas, la imagen sudó de manera incuestionable, para asombro de todos, este hecho se repitió el mismo día de 1630 y en 1643 durante la misa del Espíritu Santo que se celebraba delante de la pintura. Razones por las que fuera declarada con poderes milagrosos.
En otra ocasión, cuando el padre Francisco Guerrero estaba oficiando, escuchó repetir tres veces: Ecce Homo, Ecce Homo, Ecce Homo, estos hechos provocaron que los vecinos comenzaran a nombrarla como el “Santo Ecce Homo” según el historiador Rafael Duharte, se fue construyendo así, entre los años 1630 y 1643, la devoción a la deidad al punto de imponerse en 1648 la fiesta del Santo Ecce Homo. Dedicando para su celebración el último miércoles del mes de agosto, y por misa, la votiva del Espíritu Santo.
Se cuenta también que en tiempos de terremotos y sequía, la pieza marchaba en procesión por toda la ciudad para pedir protección a los habitantes, así esta expresión latina Ecce Homo que significa “este es el hombre”, palabras que según el Evangelio de Juan en el capítulo 19, versículo 5, de la Biblia, utilizó Poncio Pilatos cuando sacó a Jesús lacerado y coronado de espinas para que lo vieran los judíos, se convierte en el nombre de la imagen del artista colombiano en tierras cubanas.
La pieza de arte al decir de los especialistas es una composición simple, lo cual no es razón para dudar del impacto que causa la imagen, puesto que el artista logró reflejar el dolor del cristo lacerado con una sabia utilización de matices claroscuros que definen los volúmenes de sus músculos, adicionando al conjunto un arco en el pecho que consigue la sensación de movimiento, alcanzando, junto a otros elementos, una impactante armonía.
Francisco Antonio Cano Cardona, quien nace en 1865, fue un pintor y escultor colombiano muy célebre por sus obras, donde retrata la identidad cultural de su país y su región, su imagen del Cristo, traída a nuestra tierra es hoy todavía una de las piezas que más atrae la atención de los visitantes al Museo Arquidiocesano de Santiago de Cuba, desconocido para muchos a pesar de su casi medio siglo de existencia.
Esta institución, situada en uno de los laterales de la Catedral, atesora un valioso patrimonio que da fe de la historia de la Iglesia Católica en el país y del propio devenir de los cubanos.
Creado en 1963 por el Monseñor Enrique Pérez Serantes, de quien toma su nombre, es uno de los más importantes dedicados al arte religioso en Cuba. Sus archivos y documentos son referencia de estudiosos nacionales y extranjeros de diversas disciplinas.
Entre sus tesoros destacan las partituras originales del presbítero Esteban Salas, quien fue aquí maestro de capilla y está considerado el Padre de la música cubana, el acta de la primera misa realizada en Cuba libre, en El Cobre el 8 de septiembre de 1898, la copia de uno de los clavos de la crucifixión de Cristo, un crucifijo salvado del incendio de Bayamo, o una talla en madera policromada, de autor anónimo en una manufactura criolla de finales del siglo XVII a principios del XVIII.
Mediante imágenes y fotos se recuerdan los primeros obispos y testimonios de la primera vez en que se coronó a la Virgen de la Caridad del Cobre en la avenida de La Alameda, el 20 de diciembre de 1936 y entre las pinturas resaltan la consagrada a Nuestra Señora la Virgen del Carmen, un óleo sobre tela atribuido al artista cubano Nicolás de La Escalera, a mediados del siglo XVIII, y el óleo sobre cartón dedicado a la Virgen de la Caridad del Cobre por el español radicado en La Habana, Víctor Patricio Landaluce, de la segunda mitad del XIX.
El tiempo y el devenir de la historia social de esta urbe fueron los encargados, de que se perdiera el misticismo que envolvía la obra, conjeturas que aún permanecen en la memoria popular. Pero su significado y el impacto visual que provoca la pieza parecen repetir en un eco lejano “He aquí el hombre”, siendo hoy el más enigmático de los cuadros de este Museo Arquidiocesano.