El arte de hacer ron cubano

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17 February 2020 12:17pm
El arte de hacer ron cubano

Desde que llegó a la Ronera Santa Cruz como recién graduada, Salomé Alemán comenzó una muy especial historia de amor. El afecto de quienes la rodearon, excelentes condiciones tecnológicas, saberes centenarios, el mar, conspiraron a favor. “No me fui quedando, es que no pensé más en irme”, asegura con la convicción de que apostó al camino correcto.

Ya son 31 años en fábrica, un tiempo en el que los cincuenta kilómetros que la separan a diario de su hogar no importan cuando el camino es hacia un sueño cumplido y aún prometedor.

No hay descanso para esta ingeniera química que se ha dedicado a tiempo completo al arte de hacer ron cubano, o lo que es lo mismo, hacer cultura, crear identidad.

Su sacrificio, entrega total a cada paso dado en la fábrica hicieron el resto. Hoy cuenta sus experiencias con la pasión de quien se sabe útil y agradece a la vida por ello.

Salomé disfruta de un gran privilegio: ser la primera Maestra del Ron Cubano; pero más que como un honor concedido a pocos, lo siente como una responsabilidad enorme. “El Maestro del Ron Cubano tiene una razón de ser, aunque hay compromisos que se derivan, que es salvaguardar justamente una cultura, ser partícipe de un modo y una filosofía de vida diferentes, encaminados a producir rones para Cuba, donde aprendes, recibes una herencia cultural, tienes que interiorizar la responsabilidad que estás asumiendo primero con tu país y después con la producción ronera, que es donde se materializa esta acción patrimonial”.

“Es un saber hacer que heredas pero que no te pertenece, que tienes que enriquecer, cuidar, proteger y entregar como parte del legado a los futuros maestros”. La gloria personal no es entonces objetivo, lo es conservar una tradición, ser su vocero, y compartirla para la posteridad.

Rones como el Havana Club Añejo 3 Años, el Havana Club Tributo 2019, las Edición Profesional D, el Havana Club 1519 y otras producciones llevan en su esencia una dosis de la dedicación de esta mujer que multiplica sus tiempos a favor de su profesión.

La lista de tareas no termina. Cada minuto –estrictamente organizado- cuenta para esta creadora que, casi omnipresente, se desdobla para no dejar un resquicio al azar. Debe cuidar las bodegas y prepararlas para el futuro, “porque somos una industria bien atípica: trabajamos con cosas que recibimos hechas y entregamos otras que quizás nunca vamos a tocar, pero que sirven para que las nuevas generaciones puedan tener material para trabajar (…) lo que hacemos es para garantizar la calidad del ron de hoy y del futuro”.

“Hay pocas actividades en fábrica en las que no participamos (los Maestros del Ron Cubano)”. Hacer coexistir innovación y tradición, vigilar la calidad, el cuidado tecnológico de los perfiles sensoriales del aguardiente, la capacitación interna, la toma de decisiones en el Consejo de Dirección, se suman a una singular rutina en la que también queda espacio para escuchar y dar consejos, superarse, participar en eventos, recibir visitas, o dedicar más de media hora a una entrevista.

Para Salomé, durante el proceso creativo debe primar la disciplina y el propio rigor que exige la cultura ronera, ya que es un momento decisivo. En la selección de las mezclas a utilizar en un producto median la sapiencia y sensibilidad de estos expertos. “Siempre hay una cuota personal de acuerdo a lo que quieres transmitir con determinado aroma, en la búsqueda del producto que –sin ser perfecto- menos defectos pueda tener”.

Intervienen en esa etapa –describe la Maestra- la sensatez, la habilidad, la percepción para entender lo que ese barril te está dando con respecto a lo que tú soñaste.

En ocasiones, la decepción hace su parte, “y a veces lo que esperas no te gusta”, aparece una nota, un color o un aroma inesperados, gajes del oficio que solo el arte del Maestro puede solucionar.

No obstante, –subraya- intervienen en el proceso otros evaluadores. “El Maestro tiene un papel preponderante, pero también necesita del trabajo en equipo. No es un ser aislado, tiene conocimientos y tareas que son propias, pero hay un trabajo conjunto que incluye a otros especialistas”. Se trata de una profesión en la que no hay enemigos, solo colegas.

“Ser Maestro no significa ser absoluto”, afirma con la modestia que la caracteriza, y añade, que tiene la responsabilidad de enriquecer sus conocimientos, de estar actualizado, de aprender.

“Es un reto complejo trabajar desde tu sensorialidad para satisfacer el gusto de otras personas, porque todos no tiene la capacidad de percibir las intensidades de la misma manera, lo importante es que sea un producto que guste, sea aceptado”.

Concuerda la Maestra en que la sensibilidad femenina tiene un protagonismo indudable. Ese poder extraordinario desdibuja fronteras y añade un extra en cada empeño, es revelador.

Comenta que ciertamente en los paneles de evaluación en fábrica hay muchas mujeres y son muy buenas evaluadoras, son certeras, tienen una memoria sensorial fuerte.

Pero no todo se puede dejar a la naturaleza, ese don, tanto el femenino como el científico debe cuidarse. La experta recomienda un bajo consumo de azúcar, de sal, no fumar, no saturar el paladar, a fin de preservar esa capacidad invaluable.

Salomé ha abierto una puerta que no cerrará más. Inspirar ha sido otro de sus méritos. Ha sido recibida con los brazos abiertos en un mundo de hombres, demostrando que mujer y ron no son términos antagónicos. Lleva la vanguardia de la presencia femenina en el movimiento de Maestros del Ron Cubano que ya integra a nuevas colegas y apuesta por más.

“No porque sea un slogan sino porque la mujer cubana se lo ha ganado con su presencia permanente en la industria del ron. Hay mujeres en los diferentes puestos de la fábrica: en la destiladora, el embotellado, en economía, técnicas de laboratorio, especialistas de calidad.

“Ya se abrió el camino, ya demostramos al mundo que podíamos, ya estamos aquí, hay que seguir estudiando”.

¿Su mayor legado? “A los futuros maestros ya les he dejado mi huella en las bodegas, es la garantía de la continuidad.

¿La mayor satisfacción? Que las personas en fábrica reconozcan tu trabajo, confíen en tu experiencia, vean en ti alguien que ayuda, colabora, capaz de dar soluciones”.

Salomé trasciende desde la sencillez del saber compartido y como el admirable ser humano que es.

No hay distancias entre ella y quienes la rodean en la fábrica, su fábrica, donde el cariño y el respeto que recibe hacen crecer su sentido de pertenencia. Entre maestros, no hay rivalidades, solo colaboración. Entonces no hay mayor recompensa. Tiene en sus manos el resultado de quien ejerce cada día, más que una profesión, una sincera obra de amor.  Fuente: Havana Club International S.A.

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