Los Coronavirus y la suerte de los marcianos

Rolando Pujol
24 April 2020 4:24pm

“Hoy sabemos que en los primeros años del siglo XX nuestro mundo estaba siendo observado por unos seres más inteligentes que el hombre y sin embargo, igual de letales…" Así iniciaba la transmisión de La Guerra de los Mundos, el 30 de octubre de 1938, una emisora de la CBS, en New Jersey. La historia fue dramatizada, por el entonces actor de 23 años, Orson Welles.

Durante una hora, Welles y un supuesto periodista que transmitía desde el lugar de los hechos, estuvieron aterrorizando a los oyentes con "flashes" noticiosos sobre una invasión de seres cabezones, verdes y con tentáculos llegados, con muy mala leche, desde Marte.

Después se aclaró que el programa radial había sido una broma en la noche de Hallowen, pero para entonces, mucha gente había huido en sus autos provocando en las carreteras verdaderas escenas de pánico colectivo. Se puede decir que esta fue la primera gran "fake news" de la historia.

Al final, como en la versión original del libro del escritor inglés Herbert George Wells, publicado en 1898, los humanos se salvan cuando los alienígenas sucumben ante el poder de los virus y bacterias de la Tierra, para los cuales no tenían ninguna inmunidad.

Pasados 82 años, otra vez unos seres "más inteligentes que el hombre y sin embargo igual de letales ponen a la humanidad en jaque: los coronavirus". Los virus, especie a la cual pertenece el SARS-CoV-2 que está provocando la actual pandemia, son unas extrañas criaturas que intrigan todavía a la comunidad científica por su rara condición de "muertos-vivos".

Virus
Distintos tipos de virus

Esta especie de "zombies del micromundo" no tienen un núcleo como las demás células vivas, sus dimensiones son extraordinariamente pequeñas (sólo pueden verse con un microscopio electrónico) y su estructura viene siendo una especie de bolita de proteínas y lípidos, que transporta en su interior moléculas de ADN o ARN, donde llevan inscripto su código genético.

La capacidad de supervivencia y replicación de los virus, cuyo nombre derivado del latín significa "veneno", es asombrosa, pues son capaces de inducir en el hospedero cambios en la conducta que facilitan su reproducción, mientras tanto se nutren de las proteínas y núcleos de las células de su huésped, multiplicándose dentro de ellas hasta hacerlas estallar con millones de nuevos virus que invaden a otras células en muy poco tiempo.

A su vez, los virus se comportan como "supersoldados", pues al igual que los comandos especiales de un ejército invasor, utilizan tácticas muy sofisticadas de enmascaramiento, armas letales y guerra relámpago en la mayoría de los casos, o actúan cautelosamente, penetrando en el cuerpo como un ejército secreto de espías y saboteadores.

Estos "soldaditos", si encuentran una fuerte "resistencia" por parte del aparato inmunológico de sus víctimas, los utilizan entonces como medio de transporte para invadir a otros huéspedes aprovechando su falta de percepción del riesgo durante la epidemia. Así pueden viajar como "botelleros", en besos, apretones de manos sucias, toses y estornudos sin contención, guaguas llenas, colas sin distanciamiento y en cualquier otra actividad que hagamos a menos de un metro, unos de los otros.

Los virus que afectan las vías respiratorias suelen penetrar por boca, nariz y ojos. Y otros como el VIH, aprovechan la mayor de todas nuestras vulnerabilidades: el sexo.

El cuerpo, cuando detecta la presencia de los microorganismos patógenos, trata de cocinarlos con la fiebre y aumenta el flujo sanguíneo hacia los tejidos invadidos para sacarlos de allí, lo que produce efectos colaterales como inflamaciones, obstrucción de las vías respiratorias con fluidos y fallos de órganos que no soportan la presión del combate.

Como una ciudad bombardeada por miles de cohetes y cruceros a la vez, el organismo trata de defenderse disparando andanadas de interferones y anticuerpos contra los virus. Pero si las defensas no logran vencer a los atacantes, estos hacen colapsar unos tras otros los órganos vitales, hasta que ya todo se hace incompatible con la vida. Para entonces, es muy probable que hayan invadido a otros hospederos, para continuar su letal ciclo de vida.  

Por término medio, si no logran encontrar otro cuerpo que invadir en los primeros 14 días de su incubación, los virus mueren al matar al huésped o sucumben bajo el fuego inmunológico de los que se salvan. Así se corta la cadena de transmisión.

Por este motivo es tan importante mantenernos lejos unos de otros, estar socialmente aislados durante los brotes epidémicos hace que el virus no tenga posibilidad de seguir "saltando en paracaídas" sobre los demás.

Agua y jabón, desinfectantes, distanciamiento social y nasobucos son armas poderosas para impedir la proliferación de la pandemia. Ten presente que en esta guerra estamos involucrados todos y sólo hay dos posibilidades: vencer al coronavirus, o correr la suerte de los marcianos…

ProtecciónMedidas

 

 

 

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