Las esculturas andantes de La Habana Vieja

La Habana Vieja se ha convertido en una galería a cielo abierto. Ya es muy común, encontrarse con algunas esculturas de algún personaje de Cuba o el mundo. Incluso, algunas de ellas, ya tienen la leyenda de que tocarlas trae la buena suerte.
Lleva una rosa y unos libros en las manos y el mismo vestuario con que recibiera el Premio Nobel de Literatura en 1982. Así es coincidir con el escritor Gabriel García Márquez en La Habana, en una representación escultórica idéntica a la que existe en el Museo del Caribe en Barranquilla, Colombia. El Gabo baja las escaleras y su autor, el artista de la plástica, Jose Villa Soberón inmortaliza la primera vez del escritor en el jardín del Palacio del Marqués de Arcos en La Habana Vieja.
En otro punto de la ciudad, otra escultura capta la atención. Se le interrumpe en plena función de Giselle pero no pierde la elegancia ni la concentración jamás. Así se ve bailar a la Prima Ballerina Assoluta, Alicia Alonso, a la entrada del Gran Teatro de la Habana.
Y en una pose seductora y al mismo tiempo con cierto aire de inusual timidez, la Cecilia Valdés de Cirilo Villaverde se adueña del espacio frente al atrio de la Iglesia del Santo Ángel Custodio. Dos años tomó a su escultor, Erig Rebull, hacer esta pieza que nos habla de una época, de pasiones, irreverencias y amores.
Estas son algunas de las esculturas más llamativas de La Habana, pero resulta que hay otras muchas. Si quiere comenzar el recorrido, lo ideal es iniciar por la Plaza de San Francisco de Asís. Una pieza única y original nos recibe en ese espacio público. Se llama La Conversación y es obra del consagrado artista contemporáneo francés Étienne Pirot. Donada a la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana por el italiano Vittorio Perrotta, amigo de la institución y de Cuba, la obra está hecha en bronce y representa a dos personas conversando como símbolo de la importancia del diálogo en una sociedad donde este hábito se ha perdido. La escultura se sitúa encima de un zócalo de mármol verde y dentro hay una caja con monedas francesas y cubanas.
A unos pasos, sentado en un banco, nos encontramos una representación del pianista y compositor polaco Federico Shopin. Ubicado allí en 2010, cuando se conmemoraron 200 años de su natalicio, fue hecha por el escultor Adam Myjak. Este artista basó su obra en la única foto de Chopin que se conserva, supuestamente tomada en 1849 y usó como referencia algunos dibujos que inmortalizaron al artista durante el último año de su vida.
En esa plaza, está también, la Madre Teresa de Calcuta quien nos invita a la meditación. No está justamente en la Plaza de San Francisco, sino que está sentada en el jardín del fondo de la Basílica Menor del Convento contiguo.
Pero sin dudas, la más popular de esta plaza es la del Caballero de París. Es una figura de bronce, de tamaño natural y creada por el escultor cubano José Villa Soberón. Colocada en la acera de la Basílica Menor de San Francisco de Asís, por iniciativa del Historiador de la Ciudad, Eusebio Leal, se ha convertido en una pieza mítica de la urbe. Hay quienes dicen que tocarle el dedo o la barba, trae la buena suerte. Por eso, no faltan los visitantes justo en este lado de la ciudad.
Unos pasos más adelante, en la Plaza Vieja, una mujer monta un gallo. Es una obra del Premio Nacional de Artes Plásticas, Roberto Fabelo. La mujer domina y controla pero en un acto de serenidad y confianza. La obra tiene muchas lecturas. Para algunas es la mujer cubana, aguerrida y batalladora. Para otros, es también una representación de la Habana, esa ciudad que se ha sobrepuesto a tanto y aún sigue encantando.
Hay otras. El poeta Nicolás Guillén está en la Alameda de Paula y el bailarín y coreógrafo español Antonio Gades, en la Plaza de la Catedral.
Es una tendencia mundial ubicar esculturas andantes por los principales espacios de una ciudad. Y La Habana lo hace desde hace algunos años. Una manera de enriquecer el entorno y llevar el arte a todos.
Y no han sido solo estas esculturas ya parte imprescindible del paisaje urbano. A veces llegan por poco tiempo y dan otro aire a la ciudad, como los atractivos Buddy Bears que se adueñaron de la Plaza de San Francisco de Asís. Más de 120 osos invitaron a darse la mano a favor del respeto y la igualdad. O la exposición de los Xico, la deidad mexicana. Pero ubicarlas, no es algo fortuito ni al azar. En una ciudad declarada patrimonio de la humanidad, emplazar una escultura lleva un estudio riguroso, del contexto, el suelo y sobre todo, verificar que no dañe el patrimonio de la ciudad.
Son muchísimas las esculturas que hoy se adueñan de la ciudad y cuentan disimiles historias. Usted decídase a visitar la Habana vieja y descubra otras igualmente impresionantes. Indague la historia detrás de cada una, quién es su autor, dialogue con ellas y seguramente descubrirá detalles de esta habana, que ya no es solo de los habaneros, es de todos.