Cómo se vive el mundial de fútbol en Cuba

alina
14 June 2018 2:03pm
Cómo se vive el mundial de fútbol en Cuba

La mañana del 14 de junio fue diferente. Salí a la calle temprano y un velo denso de fútbol se apoderaba de las personas. De hecho, desde hace un mes había estado contando prácticamente los minutos para esperar su llegada. No dormí bien la noche del miércoles, lo confieso. En mis sueños se me apareció la Telstar-18 rodando, el graderío ahogando un grito ensordecedor de gol. Me hallaba en medio de una avalancha humana auriverde, Neymar Jr. protagonizaba una escapada y culminaba con un genial zapatazo de zurda, una combinación nacida en el medio campo y que le daba a Brasil su sexta Copa.

Simplemente ese es mi sueño. Sin desprenderme de la ética profesional, el Mundial es uno solo, y desde que tengo uso de razón y comencé a consumir fútbol, allá por la edición de Italia 1990, el scratch ha sido el 11 de mi preferencia, como el de la de millones de cubanos. Sí, porque desde la observación a través de los años he percibido que Cuba es un país que se mueve sensorialmente con mayoría de adeptos brasileños, argentinos, alemanes, franceses, españoles y portugueses en los últimos tiempos. Generaciones nuevas y frescas al fin convertidos en hinchas de estos últimos tres elencos.

Pero volvamos a La Habana. No importa si estamos a 10 mil 770 kilómetros de Rusia, el epicentro de la XXI edición de la Copa Mundial de la FIFA. Les confieso que en La Habana se respiran aires de Mundial desde hace buen tiempo.

Si tiene alguna duda al respecto, salga a las calles del Vedado, incluso a su corazón, la intersección de las arterias 23 y L, sobre las 10:30 a.m. y se sentirá como en el lejano Oeste. Serán en una dosis mucho menor que la habitual los transeúntes y vehículos que circulen. Todos los televisores de seguro estarán sincronizados.

El volumen de hinchas vistiendo camisetas a tono con los equipos de su preferencia se disparará. El cine Yara, como en otras ediciones, abrirá los brazos a los devotos del más universal.

De seguro cuando usted lea estas líneas ya habrá sonado el silbatazo inicial y puede que hasta un balón haya anidado en el imponente estadio Luzhniki (capacidad para 81 mil 300 espectadores), sede del choque inaugural entre los anfitriones y Arabia Saudita.

Eso no importa, por espacio de un mes regirá el idioma del fútbol, y La Habana, o toda Cuba sin pecar de demasiado osados, no constituirán la excepción.

De hecho, como en una atmósfera placenteramente viciada, la mayoría de los diálogos que sostuve en la mañana, durante mi travesía a la oficina fueron de temática futbolera. Lo de las camisetas no es ilusión óptica o juego. Conté 18 en mi periplo, de diferentes naciones, incluso vi una de Islandia, país europeo debutante, al igual que Panamá por nuestra zona de CONCACAF.

Cifra nada despreciable la de 18, y aún no comienza el tsunami de debates, los rostros pintados, la euforia a límites insospechados y de enajenación incluso.

Los tiempos distan mucho de los de mis albores en este romance con el fútbol en 1990. Indiscutiblemente esa pasión ha crecido. Y si usted dispone de algo de tiempo, hasta el 15 de julio, empléelo o pacte una alianza con él.

Siéntase en Rusia, no importa si su nicho es el Yara, el Habana Libre, el Aljibe, el cine Riviera, la Ciudad Deportiva, un bar, la sala pequeña y convertida en un avispero de un apartamento… o cualquier otro rincón de nuestra geografía.

Cada cuatro años somos testigos de una órbita única y hoy en esa rotación, Rusia toca a nuestra puerta y hace vulnerables nuestros corazones.

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