Faro de Maisí, el extremo más oriental de Cuba
En el extremo más oriental de Cuba, donde el mar Caribe se une con el océano Atlántico, se alza el faro de Maisí. Este punto geográfico marca el inicio del país y ofrece una vista privilegiada del Paso de los Vientos, ruta clave para la navegación en el Caribe. Desde su construcción en 1862, el faro ha mantenido su función como guía para embarcaciones, consolidándose como símbolo de seguridad marítima y permanencia histórica.
La torre, hecha de piedra coralina, alcanza los 37 metros de altura. Su diseño responde a los estándares españoles, época en la que funcionaba con aceite. Con el paso del tiempo, el sistema de iluminación se modernizó mediante electricidad y energía solar. La estructura se apoya sobre roca firme, lo que ha permitido resistir huracanes y conservar su integridad arquitectónica. En el interior, una escalera de caracol conduce hasta la linterna, desde donde se observa el mar Caribe hacia el sur y el Atlántico hacia el norte.
El funcionamiento del faro ha dependido históricamente de los guardafaros, figuras que han asumido la responsabilidad de mantener activa la luz en condiciones de aislamiento. Estos trabajadores han enfrentado tormentas y largas noches, desempeñando un papel esencial en la seguridad de los navegantes. Su presencia ha garantizado la continuidad de la señal luminosa, incluso en momentos difíciles.
Actualmente, el faro de Maisí ostenta la categoría de Patrimonio Cultural de la Nación. A pesar de su valor histórico y paisajístico, el sitio no figura como un destino turístico consolidado. Las carreteras rurales dificultan el acceso, aunque quienes logran llegar encuentran un entorno casi virgen, con acantilados y vistas al mar que ofrecen una experiencia singular. El lugar atrae a viajeros interesados en recorrer la Isla de extremo a extremo y conectar con la historia marítima cubana.
El faro de Maisí representa más que una señal para la navegación. Su luz continúa encendida, proyectando una imagen de resistencia y tradición. Para quienes llegan hasta el extremo oriental de Cuba, el faro se convierte en un símbolo del tiempo, la historia y la fuerza del Caribe. Su presencia reafirma el vínculo profundo entre el mar y la cultura cubana, y ofrece una oportunidad para reflexionar sobre la conservación del patrimonio en contextos complejos.




